martes, 22 de octubre de 2013

Capítulo 1 de No confíes: Atrás

Hola, como ya lo dije en la presentacion estoy escribiendo una historia y voy a subir una vez al mes un capitulo, espero que os guste y a qui os dejo con el primer capitulo

Atrás 

El sonido de una puerta siendo aporreada saco a la pequeña Dana de nueve años del pequeño trance en el que se encontraba a causa de estar visualizando su serie favorita sin interrupciones y comiendo palomitas con mantequilla, sus favoritas. Giró la cabeza apartando por un momento la mirada de la televisión y estudió la puerta con sus bonitos ojos grises entrecerrados. Volvió la vista nuevamente, soltando un suspiro exasperado y golpeando sin fuerza el suelo en el que se encontraba sentada.
-Mama-llamó Dana alzando un poco la voz para que su madre la oyese desde la cocina.
Una cabeza llena de rizos negros y largos se asomo a través del umbral de la puerta sonriendo con amabilidad y alegría.
-¿Qué pasa, cariño?-preguntó su madre con tono dulce.
Dana la miró, siempre se había sorprendido de la belleza de su madre, que al entrar en cualquier habitación, por muy oscura que estuviera, la convertía en el brillante sol. Sus ojos eran de un color ámbar que los hacía destacar  entre su cabellera oscura, una nariz pequeña, pero bonita, unos labios rosados y finos y unos dientes blancos y rectos hacían que su rostro fuese una especie de pacifica armonía que cualquiera mataría por ver. Dana, agitó la cabeza haciendo que su cabello castaño claro, esa tonalidad que compartía con su padre flotara en torno a ella como un halo espectral antes de volver a su sitio, sobre sus hombros.
-Creo que el loco de enfrente está intentando tirar la puerta abajo-comentó la niña mientras se tiraba sobre el suelo enmoquetado del salón dirigiendo su vista hacia el techo blanco.
El vecino de en frente nunca le había dado buena espina, siempre volvía tarde a su casa y se pasaba el resto del día allí metido recibiendo de vez en cuando la visita de unos cuantos amigos. Dana sospechaba que habían formado una secta que defendía la teoría de que todo el mundo debería hacer el vago todo el día, mas de una vez había pensado en unirse a ella pero luego recordaba que ese hombre a veces se dedicaba a tirar cosas al suelo mientras una música estridente no la dejaba conciliar el sueño y entonces volvía a pensar que eso de ir al colegio no era tan malo como estar loco. 
Su madre soltó una risa musical y se acercó a la entrada de la casa donde quien quiera fuese todavía estaba golpeando la puerta. Se asomó por la mirilla inclinándose con cuidado sobre esta. Y palideció. Se apartó con una mano en el pecho y caminando hacia atrás con la boca ligeramente abierta, eso provoco que tirase sin querer un jarrón al suelo, dando lugar a que Dana alzase la vista hacia su madre, descubriendo la mueca de terror que recorría sus delicadas facciones. La niña se incorporo en el suelo mirando los ojos de la mujer.
-¿Qué pasa, mamá?-preguntó Dana levantándose, y acercándose a ella.
Su madre negó la cabeza fingiendo que no la había oído.
-Richard-gritó la mujer, llamando a su marido.
Dana miró el pasillo para ver como su padre salía de una de las habitaciones, tenía el pelo despeinado y los ojos grises rojos dejando ver que estaba en medio de un sueño profundo.
-¿Qué pasa, Amy?
Amy tomo aire antes de pronunciar con un tono oscuro y tenebroso.
-Nos han encontrado.
Los ojos de Richard se abrieron con sorpresa y se quedo por un momento en shock, hasta que una bofetada por parte de su esposa lo hizo reaccionar. Dana ahogó un gritó al ver a su madre pegar a su padre, sentía los pequeños engranajes de su mente girar para intentar entender todo lo que estaba sucediendo pero al parecer su cerebro se había tomado el día libre.
Richard movió la cabeza de un lado a otro hasta que por fin consiguió espabilarse del todo.
-Papá, dime que está ocurriendo no entiendo nada-pidió Dana al borde de un ataque de pánico, los golpes que escuchaba la estaban poniendo más nerviosa de lo que estaba y que sus padres se comportasen como los protagonistas de una película de espías donde solo se entienden entre ellos no estaba ayudando mucho a que se calmara.
Su padre la miró con esos ojos que eran idénticos a los suyos y sin decir nada la cogió en brazos.
-¿A dónde vamos?-preguntó Dana con más confusión de la que antes tenía.
-No vamos-negó su padre, con voz ronca- Tú vas.
-¿Qué quieres decir?-cuestionó la niña cada vez con más miedo de que acertase en su hipótesis.
-Mira Dana-comenzó a explicarle Richard-esas personas, las que están aporreando la puerta, son malas y vienen a por tu madre y a por mí-suspiro por un momento mientras seguía caminando en dirección a la cocina-y tu vas a esconderte y no salir por nada del mundo ¿Entendido?
La niña negó con la cabeza reusándose a pensar que su padre estaba dando a entender que esa sería probablemente la última vez que los viese.
-No, papá-habló Dana con lagrimas cayendo por sus mejillas-No me dejéis sola.
Se encontró los ojos de su padre, idénticos a los suyos y se sorprendió al verlos cristalinos como un cristal recibiendo a la fuerte lluvia que se estampa contra él. El hombre no dijo nada y simplemente la abrazó fuertemente contra él, se separaron al cabo de unos segundos y al hacerlo Richard posó los labios sobre la frente de su hija dándole un beso lleno de amor y a la vez de tristeza. La bajo de sus brazos y la dejó en el suelo. Su madre se acercó a ella llorando abiertamente sin molestarse en ocultarlo. Se arrodilló ante la niña quedando casi a su misma altura y el estrecho contra ella. Dana lloró en el hombro de su madre y cuando esta intentó separarse de ella se agarró con más fuerza. Al final tuvo que llegar el fatídico momento de la despedida.
-Dana-habló su madre-quiero que sepas que te queremos y que nosotros no hemos elegido todo esto, es tu destino, comprenderás todo esto cuando llegue el momento, aunque tu padre y yo no estemos allí para verlo. Simplemente recuerda-su madre se acercó más a ella-No te fíes de las apariencias, es un error muy común y a la vez muy tonto pero es necesario que lo tengas en cuenta porque dentro de algunos años lo necesitaras.
Abrazó una vez más a la niña.
-Te quiero, cariño-murmuró en el oído de Dana.
-Yo también, mamá-sollozó con fuerza.
Su padre se acercó a ella y le dio un último abrazo a su hija.
-Siempre serás mi pequeña-le susurró Richard con cariño, mientras le acariciaba el pelo.
-Papa-gimoteo con más fuerza Dana.
Se separaron por última vez y le ordenaron que se escondiese debajo de la mesa, tapándose con el mantel.
-Te queremos.
Esas fueron las últimas palabras que escuchó Dana salir de la boca de sus padres.  
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
La silla en la que se encontraba estaba tan fría  como las lagrimas que caían por sus rojas mejillas.
Delante de ella había un hombre de unos cuarenta y dos años con el cabello gris tanto en la cabellera como en el pequeño bigote que estaba debajo de su gran nariz. Los ojos te producían una sensación de tranquilidad haciéndote pensar que a su lado estabas seguro. Y además contaban con un color azul que se asemejaba al pacifico océano.
Era el policía que llevaba el caso de sus padres.
Después de haber encontrado a la niña en la casa en la casa de la que provenían los disparos, la había sacado de debajo de la mesa, temblando, y con los ojitos rojos después de su llanto silencioso.
El policía al percatarse del lamentable estado de la pequeña la había llevado a la ambulancia que estaba estacionada en la puerta de la casa para que revisasen cualquier herida que pudiese pasar desapercibida a su escasa vista. Pero al parecer su vago sentido no le había fallado y la niña no tenía ningún tipo de magulladura, hematoma o arañazo que pareciese reciente.
Estaba bien excepto por su constante temblor que hacía que sus dientes produjesen un castañeo, el causante de su dolor de mandíbula.
El policía decidió llevarla a un lugar más caliente, como era la comisaria para que la niña se tranquilizase y calentase. Unos de los problemas estaba solucionado el castañeo había parado y el color volvía poco a poco a la pálida cara de la pequeña. Pero el otro estaba muy lejos de estar solucionado al contrario parecía ser cada vez mayor.
La niña jugaba con sus manos, ensangrentadas en los dedos de tanto mordérselos y no paraba de mover la pierna golpeando el suelo una y otra vez con la planta de su deportivo rosa. La espera parecía ser larga pensó el policía y por ello decidió ir a la cafetería de la comisaria para coger un cacao caliente y un buen vaso cargado de esa cafeína que tan preciada se le hacía en ese momento, llevaba veinticuatro horas despierto y lo único que le podía llegar a mantener mínimamente consciente de si mismo era el café.
Cuando llegó, estaba completamente desierto restando la presencia de la camarera que atendía detrás del mostrador. Se acercó a ella.
-Buenas noches, Carla-saludó el policía con una sonrisa.
-Buenas noches.
-Póngame, por favor un cacao caliente y un café bien cargado-pidió el hombre mientras sacaba del bolsillo trasero de su pantalón el dinero para pagar.
-¿Es usted quien lleva el caso de la niña?-preguntó Carla mientras preparaba el pedido.
-¿Cómo lo sabe?-cuestión el policía preguntándose si en algún momento de la conversación lo había mencionado.
-No creo que le lleve este cacao caliente a un amigo suyo policía, a estas horas de la noche que es cuando la cafeína se pone de moda-sonrió Carla colocando el café y el cacao sobre el mostrador.
-Buena reflexión-admitió el hombre-Quizás deberíamos contratarla en criminología nos vendría bien su ingenio.
-Solo me conformo con que la niña este bien-Carla dejó de sonreír-estoy segura de que en estos momentos necesita un gran apoyo emocional.
-Parece que sabe usted mucho sobre el tema
-La verdad-reveló la camarera-mis padres también fueron asesinados cuando era pequeña y recuerdo que necesite mucha ayuda por parte de mis familiares.
El policía se removió el pelo, inquieto.
-Siento decirle que al parecer no se ha enterado bien de toda la información-Carla frunció el ceño-La niña no tiene ningún otro familiar.
Carla contuvo un grito ahogado llevándose las manos al pecho con gesto dramático.
-Pobre criatura
-Va a ser muy difícil para ella-dijo el hombre-sobre todo con lo pequeña que es.
El policía cogió las tazas que se encontraban en el mostrador con la clara intención de volver con la niña.
-Por favor, prométame que va a cuidar de ella-pidió Carla con voz lastimera.
-No se preocupe-el hombre se encaminó hacia la salida-Lo haré.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Volvió dándose un poco de prisa, no le gustaba tener que dejar a la niña sola por mucho tiempo. Se la veía  tan inocente y pequeña.
Cuando llegó a su oficina se encontró a la niña en la misma posición que tenía cuando había salido excepto porque ya no se toqueteaba los dedos como antes, con nerviosismo, y había dejado el movimiento de la pierna anterior.
Le puso la taza que había traído de la cafetería en la mesa en frente de ella. Se quedó por un momento absorta en el envase quedándose mirándolo como si fuese el objeto más interesante del mundo, hasta que se dio cuenta de su estado absorción y subió la mirada, encontrándose con la del amable hombre, que le sonreía con sus dientes imperfectos.
-Es cacao caliente– Explicó el policía-¿Quieres?
La niña asintió bajando la mirada algo avergonzada.
El hombre dio la vuelta a la mesa con su taza de café todavía en la mano, quemándose la palma a causa de la elevada temperatura a la que se encontraba la bebida. Se sentó en su silla, grande y de cuero que se alzaba con orgullo, pudiendo verla incluso por encima de la cabeza del hombre.
-Ahora, que esta más tranquila-afirmó el policía-Podemos empezar a hablar.
La niña asintió con mirada ausente.
El hombre se coloco más en su asiento, acomodándose.
-Yo me llamo Oss Jelter-comenzó este-Y tu pequeña ¿Cómo te llamas?
La niña levantó la cabeza de la taza en la que estaba bebiendo, el líquido calienta paso por su garganta, destruyendo el frío que se había instalado en su cuerpo, sustituyéndolo por calor y tranquilizándola a su vez.
-Dana-contestó la niña volviendo a dejar la taza en la mesa que tenía en frente.
-¿Y tu apellido?-Preguntó Oss intentando no agobiarla con otro tipo de preguntas.
-Webster-habló Dana con un sollozo escapando de su garganta.
La niña siguió contestando a las preguntas, llorando y cuando tuvo que explicar todo lo que había visto durante el crimen, casi se vino abajo, pero se contuvo sabiendo que si no lo contaba ahora quizás mañana se habría olvidado de algún detalle importante que pudiese servir para encontrar a los asesinos.
-Yo estaba viendo la tele-explicó la niña-cuando alguien empezó a aporrear la puerta, yo creía que era el vecino de en frente y llamé a mi madre para decírselo, ella se asomó a la mirilla, se puso muy nerviosa, llamó a mi padre y le dijo /Nos han encontrado/, papá se puso también muy nervioso y me llevó corriendo a la cocina para esconderme debajo de la mesa, después ellos se fueron. Yo solo me quedé allí metida tapándome los oídos y con los ojo cerrando lo único que pude escuchar fueron gritos y disparos- terminó llorando más fuerte.
El policía se levantó de su asiento, para colocarse detrás de la niña, acariciándole la espalda con un gesto tranquilizador.
-No te preocupes Dana, no voy a dejar que te pase nada-prometió el hombre de corazón.
-¿Con quién voy a vivir ahora?-inquirió la niña con la voz ahogada por las lágrimas.
Oss se quedó mirándola pensando la respuesta que podía darle.
-No lo sabemos-contestó finalmente- Hoy dormirás en la comisaria y mañana ya veremos lo que pasa.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
La pequeña cama de la celda estaba dura y para ser octubre muy fría.
No estaba detenida pero ese era el único lugar donde había algún tipo de superficie mínimamente cómoda para dormir dentro de la comisaria. Tenían la puerta de la celda abierta por si tenía que acudir al baño en algún momento de la noche.
Acomodo la blanda almohada una vez mas y volvió a apoyar la cabeza en esta, pero no sirvió de nada, no podía conciliar el sueño. ¿Como esperaban que pasase la noche en aquella celda sin más compañía que la de la luz de la luna que se colaba por las rendijas que daban al exterior que le daba un aspecto de casa del terror a la celda y que además estuviese tranquila? Pues claramente no lo estaba para nada. Estaba esperando que en cualquier momento volviesen los asesinos que habían matado a sus padres y acabar con ella también.
Todavía sin Morfeo acudiendo a ella se puso a pensar con quien viviría ahora que no tenía ningún familiar con vida. Se imagino que lo más seguro era que la llevasen a un orfanato o la dieran en adopción lo había visto en las películas, pero eso era ficción y lo que estaba viviendo ella era la vida real. Por primera vez en el día se puso a pensar en todo lo que había perdido y se sorprendió al darse cuenta de que no solo habían sido sus padres, toda su vida se había ido al garete, no volvería a ver a Mary, su mejor amiga, ni tampoco a la Sra. Payne, su canguro, ni a Rose, ni a Colette, ni a Dallas, ni al Sr. Tomlinson, ni a… Se obligó a si misma a alejar esos pensamientos de su cabeza porque cuanto mas pensaba mas se daba cuenta de que en un día había perdido toda su vida. Y con Morfeo acudiendo por fin a su encuentro se dejo caer en sus brazos.

Sus parpados se abrieron con lentitud intentando que la luz del Sol que ahora bañaba la estancia no dañara sus ojos. Un bostezo se escapo de sus labios y ella no hizo nada para detenerlo. Estiró lo brazos, desperezándose y se sentó en la cama poniendo los pies en el suelo. Levantó la cabeza, y se encontró con el policía llamado Oss que la sonreía amablemente desde toda su altura.
-Buenos días, Dana-saludó Oss acercándose a la pequeña hasta ponerse en cuclillas a su lado.
-Hola-murmuró Dana notando la boca pastosa al decirlo. Su estomago gruñó dejando ver que tenía hambre.
-¿Tienes hambre?-preguntó Oss aun sonriendo.
-Si-contestó Dana sintiendo como se retorcían sus tripas.
Oss le tendió la mano y la niña se quedo mirándola antes de decidir cogérsela.
-Vamos a la cafetería-dijo el policía mientras veía como la niña se ponía de pie-necesitas comer algo.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Se sentaron en una mesa al lado de la ventana. Dana pudo ver el caótico paisaje que se extendía fuera, la lluvia lo cubría todo y la gente pasaba corriendo cada uno en diferentes direccione huyendo del agua como si de acido se tratase. A ella siempre le había gustado el agua, ponerse debajo de la lluvia le había llamado la atención desde un primer momento por una película que había visto con sus padres en la que un chico y una chica se besaban debajo de ella. Dana a eso le parecía asqueroso pero despertó en ella el deseo por ponerse debajo de la lluvia, y lo hizo, y también se gano un buen castigo y un resfriado de campeonato.
-¿Qué quieres tomar, pequeña?-le preguntó la camarera, sacándola de su estupor.
Meneo la cabeza antes de contestar.
-Una tostada de melocotón y un batido de mango-pidió Dana sin girarse a la chica, estaba demasiado ocupada mirando por la ventana.
-Yo quiero chocolate caliente con churros-dijo Oss sonriendo con amabilidad a la camarera.
Esta se encamino hacia el mostrador para preparar el pedido de la niña y el policía.
-Dana-llamó el hombre.
La niña se giró quitando la vista de la ventana por primera vez desde que habían entrado a la cafetería.
-Hay un coche esperándote fuera.
-¿Para qué?-preguntó Dana con desconfiada teñida en sus palabras.
-Ya lo veras.
En ese momento la camarera se acerco con una bandeja en donde descansaban un vaso, una taza y dos platos. Colocó cada uno en su lugar delante del policía y la niña. Comieron en silencio. No había necesidad de decir nada. A Dana la tostada le supo gloria y consiguió calmar a su fiero estomago. Dejo el batido lo último y se lo bebió con rapidez. Oss ya había terminado su desayuno y esperó a que ella también lo hiciera. Pagó a la camarera y se levantó de su silla, con Dana imitándolo se encaminó a la salida del establecimiento con la niña a su espalda.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Aceleró el paso intentando ir a la misma altura que Oss pero lo que para el policía era una velocidad de un paseo por el parque para ella era como correr una maratón. El eco de sus pasos se perdía en el largo pasillo que recorrían. A ambos lados de este había puertas de un color blanco brillante y con el pomo negro, todas ellas iguales.
Siguieron andando hasta que llegaron al final donde un vestíbulo blanco y luminoso les dañaba la vista, pasaron a través de él y se dirigieron a la puerta que daba al exterior.
Un coche negro y grande estaba aparcado en la acera, enfrente de ellos, Oss era más alto que el vehículo pero en cambio la niña tenía que alzar la vista para conseguir divisar la ventana. La puerta del copiloto se abrió y una mujer delgada, con facciones delicadas y el pelo rubio recogido en un moño bajo, salió del coche con sus tacones altos golpeando el asfalto, dio la vuelta y se plantó en frente de Dana y Oss con una sonrisa brillante.
-Buenos días, agente Jelter-saludó la rubia.
-Buenos días, Sra. Malik
La Sra. Malik miró a Dana con aire pensativo antes de volver a hablar.
-¿Se lo ha contado ya?-preguntó la mujer todavía con la vista puesta en la niña.
-No-contestó Oss.
La mujer suspiró antes de agacharse a la altura de Dana y acariciarle la mejilla con una sonrisa dulce.
-Hola Dana, me llamo Laura y dirijo el orfanato Leias-explicó la mujer con calma-Y he venido a llevarte allí donde te cuidaremos hasta que alguien decida adoptarte, siempre y cuando tu estés de acuerdo.
Laura debió ver la expresión de miedo de la niña porque intentó tranquilizarla.
-No te preocupes, los orfanatos no son tan malos como en las películas, podrás hacer amigos y recuperarte de todo lo que has tenido que vivir, en un ambiente tranquilo y libre de distracciones.
La cara de la niña se relajo un poco, aunque no demasiado, tendría que volver a empezar de cero, nuevos amigos y nueva vida, sin sus padres. Ese pensamiento la hizo sentir los ojos llorosos pero esta vez no retuvo las lágrimas, estaba harta de reprimirse y dejó a esas gotas cristalinas correr por sus mejillas.
Laura al verla así la abrazó y la niña sin ni siquiera pensárselo la correspondió, necesitaba algo de cariño.
-No pasa nada-le susurró la mujer en tono tranquilizador-Allí estarás bien, estarás a salvo, nadie podrá hacerte daño.
Dana la escucho pero siguió soltando las reservas de lágrimas que había acumulado durante mucho tiempo.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
Los dos meses que duró su estancia en el orfanato se impuso una rutina diaria la cual seguía a rajatabla. Por la mañana desayunaba en una mesa apartada de las demás, no quería relacionarse con nadie, necesitaba estar sola, sumida en su propio mundo con su imaginación como única compañía, después de eso asistía a las clases, las cuales a ella le resultaban muy fáciles, después de hacer todo esto llegaba la hora de comer donde se situaba en su asiento habitual. El resto del día lo tenía libre, los demás niños salían a jugar al patio o iban a la sala de audiovisuales para ver la televisión, pero eso ha Dana le recordaba demasiado a su antigua vida, por ello lo único que hacía era pasar sus tardes en la biblioteca entre libros y mundos de fantasía, el único sitio donde sus penas no tenia entrada. Por la noche ni siquiera asistía a la cena directamente se iba a la cama donde antes de que llegase su compañera de habitación lloraba la muerte de sus padres con un llanto que desgarraba hasta el más frío corazón.
Pero ese día su rutina se vio interrumpida por una llamada de la directora Laura, la única a la que veía como un pilar en el que apoyarse a parte de Oss el cual la visitaba una vez por semana, le caía bien Laura pero de alguna manera hablar con Oss la conectaba de alguna manera con el mundo exterior del cual ella huía pero a la vez necesitaba.
Cruzó los pasillos del orfanato dirigiéndose al despacho de la directora. Se paró en frente de la puerta y golpeo la madera oscura con los nudillos, pidiendo permiso. Giró el pomo e ingreso en la sala.
Las paredes estaban pintadas de un bonito color violeta que le daba la alegría característica de Laura, las ventanas eran negras y estaban cerradas por el frío del exterior. El escritorio estaba hecho de madera oscura rodeado por tres sillas, dos a un lado, y la restante, la de Laura un poco mas grande.
Sintió tres pares de ojos sobre su persona y descubrió que no solo estaba Laura en el despacho sino que estaba acompañada por una pareja de unos treinta y cinco años de edad. La mujer era morena y delgada con unos ojos marrones cálidos y oscuros. En cambio el hombre era rubio, alto y de ojos verdes risueños.
-Hola Dana-saludó Laura- Estos son los Srs. Tronlen.
-Buenos días-dijo la niña.
-Por favor tomemos asiento Para acabar con todo esto hay que contar con la aprobación de Dana.
Los Srs. Tronlen se sentaron en los dos asientos juntos y Laura en su silla. Dana se quedó allí, de pie sin saber qué hacer. La Sra. Tronlen al percatarse de le indicó que se sentase sobre sus piernas. La niña obedeció con las mejillas ardiendo y con la mirada de todos sobre ella. Laura sacó un papel con letras escritas que Dana no pudo ver y lo colocó en frente de ella.
-Dana-dijo Laura mirándola a los ojos- Los Srs. Tronlen fueron a la comisaria el mismo día en el cual salió tu noticia da en el periódico, con la intención de adoptarte-Suspiró con fuerza-No hemos querido decirte nada porque tardamos por lo menos dos meses en revisar el historial de las personas que quieren adoptar a un niño para revisar que no corren ningún peligro y que son unos padres potencialmente aptos para cuidar de un niño. Los Srs.Tronlen están en perfectas condiciones para ejercer como tus tutores legales, yo te lo puedo confirmar. Pero como ya te dije hace dos meses es tu decisión. Lo único que tienes que hacer es firmar aquí- terminó señalando el papel que anteriormente había sacado.
Se quedo un momento en silencio asimilando toda la información. Pensó en todo lo que había vivido durante esos últimos dos meses y en lo mucho que había sufrido y seguía sufriendo por la muerte de sus padres. Ese pensamiento la hizo soltar un gemido lastimero asustando a todos los de la sala sobre todo a Laura la cual pensaba que se iba a echar atrás y que volvería a su rutina monótona.

Pero en vez de eso se limitó a coger un bolígrafo del escritorio de Laura con lágrimas en la cara y firmó. Amarrándose a la última valsa salvavidas  que le quedaba.

Espero que os haya gustado :D

No hay comentarios:

Publicar un comentario